Comienza la etapa de consolidación: lo aprendido en el primer ciclo debe ponerse en práctica en el mundo real. Aquí el alma busca realizar su propósito, crear algo duradero, construir vínculos, sostener una familia, un trabajo o una vocación. Saturno ya no enseña desde la infancia, sino desde la responsabilidad y la experiencia. Es el tiempo de hacer realidad los sueños. Sin embargo, a medida que avanzan los años, también aparece un nuevo movimiento interior: una necesidad de sentido y autenticidad. La vida ya no se mide solo por lo que logramos, sino por lo que realmente nos representa.
Quinto septenio (28 a 35 años) — Construir la vida adulta
Después del primer retorno de Saturno, llega la necesidad de afirmarse. El alma quiere demostrar su valía, sostenerse sola y dejar huella.
Es el septenio de las decisiones: profesión, hogar, pareja, hijos, proyectos a largo plazo. La realidad se vuelve maestra: muestra con claridad qué funciona y qué necesita madurar. Saturno aquí nos enseña:
* A comprometernos con lo que elegimos.
* A construir desde la coherencia.
* A dar forma estable a nuestros sueños.
En estos años, Júpiter también acompaña con su ritmo anual, impulsando etapas de expansión, optimismo y confianza. Sus tránsitos ayudan a abrir caminos, descubrir oportunidades y, sobre todo, a encontrar propósito en lo que hacemos. Cada vez que Júpiter activa una zona importante de la carta natal, sentimos entusiasmo y claridad; es como si algo dentro supiera hacia dónde moverse.
Sexto septenio (35 a 43 años) — Avanzar hacia los sueños
A partir de los 35 años, el alma empieza a moverse en otra frecuencia. Aunque la vida externa parezca estable, algo en el interior se agita. Surgen preguntas, cierta insatisfacción o un deseo de cambio. Esta sensación no es un error: es un llamado a la autenticidad. Durante este septenio, la mayoría de las personas atraviesa tránsitos generacionales que transforman profundamente la conciencia. Son los conocidos “tránsitos de la mitad de vida”:
* Plutón cuadratura Plutón. 
 
Purifica y confronta con las sombras personales: los miedos, la necesidad de control o las viejas formas de poder. Lo que no tiene vida comienza a desmoronarse. Es una limpieza interior que nos prepara para lo nuevo.
* Urano oposición Urano (38–43 años aprox.)
 
 Despierta la necesidad de libertad y autenticidad. Surgen impulsos de cambio: dejar un trabajo, replantear relaciones, mudarse, reinventarse. Urano actúa como un relámpago que rompe la rigidez y abre nuevos caminos. Su llamado es claro: sé tú mismo, aunque eso implique romper estructuras.
* Neptuno cuadratura Neptuno (40–42 años aprox.) 
 
Disuelve ilusiones y antiguas certezas. Puede traer confusión, sensación de vacío o pérdida de rumbo, pero en el fondo busca abrirnos a una visión más espiritual y compasiva de la vida. Neptuno no da sentido: inspira, sensibiliza y nos conecta con algo más grande que el ego.
* Júpiter acompaña estos años con su propio ciclo de crecimiento.
Alrededor de los 35–36 años suele producirse su retorno, que renueva la fe y el entusiasmo por nuevos proyectos. Hacia los 41–42 años llega su oposición, un tránsito que nos lleva a revisar qué dirección vital realmente nos inspira. Júpiter nos ayuda a poner lenguaje, propósito y esperanza a los procesos profundos que Urano, Neptuno y Plutón remueven.
En conjunto, estos tránsitos funcionan como un gran laboratorio interior:
* Plutón limpia, mostrando lo que ya no tiene alma.
* Urano libera, despertando el deseo de ser fiel a uno mismo.
* Neptuno inspira, abriendo la puerta a una sensibilidad más espiritual.
* Júpiter orienta, recordándonos hacia dónde expandirnos con sentido.
Este septenio puede vivirse como crisis o como despertar.
Si se resiste, duele. Si se escucha, renace una versión más auténtica del propio ser.
Séptimo septenio (42 a 49 años) — La gran crisis de mitad de vida
Los tránsitos de Urano, Neptuno, Plutón y Saturno se entrelazan aquí en un punto de máxima intensidad. Lo construido durante los últimos veinte años se pone a prueba. Pueden llegar separaciones, cambios de rumbo, nuevas vocaciones o pérdidas que obligan a revisar las prioridades. A nivel simbólico, es una adolescencia del alma: un renacimiento interior que desmantela lo viejo para permitir lo genuino.
* Saturno enseña a sostener los cambios con madurez.
* Urano empuja a actuar con coherencia y valentía.
* Neptuno nos recuerda que no todo se entiende con la mente, y que la entrega también es parte del camino.
* Júpiter ayuda a reconstruir la confianza en medio del cambio, ofreciendo una nueva visión más alineada con el corazón.
Lo que se libera aquí prepara el terreno para el siguiente gran tránsito: el retorno de Quirón.
Octavo septenio (49 a 56 años) — La integración y la cosecha
Entre los 49 y 51 años, llega el retorno de Quirón, símbolo de la herida que sana al ser reconocida. Este tránsito invita a mirar atrás con ternura, a perdonar, a integrar todo lo vivido sin juzgarlo.
Es un tiempo de reconciliación con la propia historia y de apertura a un propósito más sereno. Saturno, por su parte, forma aspectos armónicos que facilitan la estabilidad y la claridad.
Ya no se busca tanto el éxito externo como la coherencia interior. La vida comienza a tener otro ritmo: más consciente, más esencial, más en paz. Los tránsitos de Júpiter durante este septenio suelen acompañar con expansión emocional y mental, ayudando a reconectar con la alegría de vivir y con la vocación verdadera. Quienes escuchan este llamado descubren que su experiencia puede transformarse en servicio, enseñanza o inspiración para otros.
Síntesis del segundo ciclo
Este segundo ciclo es el tiempo del hacer, del crear y del manifestar, pero también la etapa donde la vida nos pide autenticidad. Cada planeta deja su enseñanza:
* Saturno nos pide responsabilidad y madurez: construir con solidez y sostener lo que elegimos.
* Urano nos pide libertad y autenticidad: ser fieles a nuestra verdad interna.
* Neptuno nos pide inspiración y entrega: abrir el corazón a lo invisible, a la intuición y a lo espiritual.
* Júpiter 
 nos ofrece sentido y confianza: recordarnos que el crecimiento no se trata solo de metas, sino de propósito.
* Plutón 
 nos pide transformación profunda: dejar morir lo que ya no somos para renacer más auténticos.
* Quirón 
 nos enseña sanación y humildad: convertir la herida en sabiduría y servicio.
Después de tanto construir hacia fuera, este ciclo nos enseña a mirar hacia dentro. La pregunta ya no es “¿qué quiero lograr?”, sino “¿quién soy mientras lo hago?”. El alma madura cuando comprende que la verdadera plenitud no está en controlar la vida, sino en cooperar con su movimiento. Lo que antes era ambición se convierte en propósito, y lo que parecía crisis se revela como una iniciación hacia mayor conciencia.